English below. Italiano sotto.
Sabíamos poco o nada del país cuando entramos y sin esperarlo, con gran alegría, salimos de él con la convicción de que un día volveríamos. Zambia nos dio la bienvenida definitiva al África real y nos vimos sorprendidos por unas gentes que derrochaban simpatía y buen rollo. Fue como si de repente entráramos en el país de la felicidad.
Por primera vez en lo que llevamos de África la gente usaba masivamente la bicicleta tanto como medio de transporte como para llevar de un lugar a otro todo tipo de mercancías. Y un país que se mueve al son de la bicicleta no puede ser un país amargado. Notamos un cambio en el paisaje, más verde y productivo, que se hacía notar en los mercados y en la abundancia de comida cultivada. Parecería que cada familia tuviera su pequeño huerto con el que se alimentaba y vendiera sus excedentes en improvisados puestos junto a la carretera. Nos llamaba la atención las cantidades interminables de sacos de carbón que de forma ilegal, pero a la vista de todos, se producen y transportan a todos los rincones del país. Las mañanas eran el mejor momento del día, que es cuando empezaba el movimiento, sin prisa pero sin pausa, de personas y bienes. Los coches eran un bien preciado vetado a la mayoría de la Zambia rural. A falta de ellos las bicis se convertían en sus sustitutos naturales así como los carros tirados por bueyes. Y los que no tenían bicicleta caminaban, que eran la mayoría. Las mujeres acudían al alba a los pozos de agua para cargar pesados bidones que llevarían a sus casas varias veces al día. Así como en Botswana se veían muchos niños llevando bidones de agua en burros, en Zambia el agua era llevada, como todo, sobre las cabezas de las mujeres, con una habilidad más propia de equilibristas de circo que de porteadoras. La vida, sin embargo, giraba en torno al maíz, del cual obtienen su famosa “nshima”, una masa idéntica a la polenta pero sin sal. No se concibe una mesa zambiana sin “nshima”. Las escuelas no faltaban, tanto de educación primaria como de secundaria y parecía que hacían bien las cosas porque el nivel de inglés de la gente era bastante alto.
Era sin duda un país pacífico y con una tolerancia religiosa que predicaba con el ejemplo. Fue revelador ver como Mikalo, un cristiano, cedió un pedacito de su terreno para que los musulmanes construyeran una pequeña mezquita que les sirviera como una parada estratégica para rezar si en su largo camino no llegaban a tiempo a destino para la hora del rezo. Mikalo también era, además, su guardián. Perdimos la cuenta del número de diferentes iglesias (o sectas) que “cuidaban” las almas zambianas y hemos de decir que su poder nos pareció preocupantemente alto. La influencia que predicadores exaltados y de dudosa entereza moral ejercían sobre personas tan fácilmente manipulables era devastadora. Este es un problema que nos tememos demasiado extendido en el continente. Otro, a pesar de que pueda ser políticamente incorrecto decirlo, es el descontrolado índice de natalidad. Había niños por todas partes. Costaba no ver niñas adolescentes que no llevaran en sus espaldas a bebés suyos o a niñas de ocho años llevando a sus hermanitos de igual manera. Y la curiosidad de los críos era infinita. Por primera vez (quizás por todas estas sensaciones es por lo que tenemos esa sensación de que era ahora cuando entrábamos realmente en África) los niños enloquecían a nuestro paso, gritando y persiguiéndonos sin descanso al omnipresente grito de “azungu!!!!”, todo, por un saludo correspondido.
Nuestra entrada en Zambia fue a lo grande, disfrutando desde el extraordinario Jollyboys Backpackers de la paz de Livingstone y de su mayor tesoro, las cataratas Victoria, un espectáculo de la naturaleza al que no fueron indiferentes exploradores de otra época. Atravesamos grandes plantaciones de caña de azúcar y en Lusaka vivimos y gozamos, gracias a Karin, el lujo de una burbuja europea, donde occidentales que creen vivir en África se aíslan del mundo real en bonitas urbanizaciones con todas las comodidades traídas de Europa. La segunda parte del país fue más montañosa y hubo que despertar a unas aletargadas piernas acostumbradas fácilmente a la sabana africana de semanas anteriores. En el camino disfrutamos del paisaje verde y frondoso y sufrimos de amores imposibles surgidos a la sombra de árboles milenarios. También asistimos al terror que infunden autobuseros suicidas obligados a pilotar en lugar de conducir. Al llegar a Chipata comprobamos que allí las bici-taxis dominaban las calles de la ciudad y asistimos curiosos a las lecciones de gastronomía local que nos dio Thelma, esposa de Francis, quién soñaba un día con ser el futuro presidente del país. Hablamos con buscadores de oro que nos contaban historias de magia negra y polígamos sin causa mientras ahogaban sus penas en alcohol. Y desde allí visitamos el que consideramos nuestro lugar favorito, el South Luangwa National Park, un oasis para animales de todo tipo que tratan de sobrevivir a la amenaza real de los cazadores furtivos. Allí vivimos momentos irrepetibles que serían tatuados con fuego en lo más preciado de nuestros recuerdos. Sería injusto olvidarnos del Wildlife Camp o del Croc Valley Camp, quienes nos tratarían con tanto cariño en sus fabulosos y salvajes reinos.
No fue fácil salir de aquel paraíso y menos ser conscientes que Zambia se nos acababa. En el puesto fronterizo de Malawi enseguida comprendimos que el cambio iba a ser palpable desde el primer metro.
Pero esa, será otra historia…(fotos debajo)
English
We knew little or nothing about the country when we entered it and, with great happiness and without expecting it, we left it with the certainty that we will be back one day. Zambia welcomed us to the real Africa and we were surprised by their friendliness and good vibes. of its people. It was like entering the country of happiness. For the first time since we were in Africa, we saw a huge use of bicycles as a transport mode for both people and goods. And a country that moves at the rhythm of a bicycle cannot be a sad country. We noticed the landscape changing, getting greener and more productive, and this was also reflected in the markets and the abundance of fruit and veggies.
It seemed that every family had its little orchard to feed themselves and to sell the surplus in little stalls on the street. We were surprised by the huge amount of charcoal bags that were produced and transported to every corner of the country illegally, but openly. Mornings were the best time of the day, when the slow but steady movement of people and goods began. Cars were a luxury good impossible to get for the majority of people living in rural areas. Without cars, bicycles and oxcarts became their natural alternative. And the ones who did not have bicycles, the majority actually, were walking. At sunrise women went to the bore holes to fill up heavy buckets that they would carry home many times a day. While in Botswana we saw many kids carrying buckets with donkeys, in Zambia water was carried, like everything, on the women´s heads, with the ability of an acrobat rather than a porter. Life was based on corn, from which they obtained their famous “nshima”, a sort of polenta without salt. There is no Zambian table without “nshima”. There was no lack of schools, primary as well as secondary ones, and apparently they were doing their job well because the English skills of people were pretty high.
It was without any doubt a peaceful country with a religious tolerance not only in words but also in facts. It was revealing to find out that Mikalo, a Christian, had given a little piece of land to Muslims so they could build a tiny mosque that would be a stopover for praying during particularly long journeys. Mikalo was also the caretaker of the place. We lost count of all the different churches (or sects) that were “taking care” of the Zambian souls and we have to say that their power seemed worryingly strong to us. The influence that fanatic preachers of doubtful integrity had on easily manipulated people was devastating. We fear that this problem is very common in the continent. Another one, even if it might not be politically correct to say this, is the uncontrolled birth rate. There were children everywhere. It was hard not to see teenagers carrying on their back their own toddlers or 8 years old girls carrying their brothers or sisters in the same way. And the children´s curiosity was infinite. For the first time (maybe because of all these emotions now we really felt we were in Africa) kids went crazy when they saw us coming, screaming and following us restlessly with the omnipresent scream of “azungu!!!” They would invest all their energy just to have a greeting back.
Our entry in Zambia was on a large scale, enjoying the extraordinary Jollyboys Backpackers, the tranquillity of Livingstone and its biggest treasure, The Victoria Falls, a nature´s wonder that hugely impressed explorers of other times. We crossed immense sugar cane plantations and in Lusaka, thanks to Karin, we enjoyed the luxury of an European bubble, where westerners who think they are living in Africa isolate themselves from the real world in nice neighbourhoods with all the European comforts. The second part of the country was more mountainous and we had to wake up our sleeping legs that so easily had got used to the flat African savannah of the previous weeks. We enjoyed the green and lush landscape and the shade of millenary trees. We also witnessed the terror created by suicidal bus drivers who are forced to race instead of driving. Arriving in Chipata we saw that bicycle-taxis were dominating the city´s streets and we assisted with curiosity to the culinary lessons given to us by Thelma, wife of Francis, who was hoping to become the new Zambian president one day. We talked with gold diggers who told us stories of black magic and causeless polygamists while they were drowning their sorrows in alcohol. And from there we visited our favourite place, the South Luangwa National Park, an oasis for animals of every kind who try to survive the real danger of poachers. There we lived unrepeatable moments that would be branded forever in our most precious memories. It would be unfair to forget about the Wildlife Camp or the Croc Valley Camp, who treated us with lots of affection in their fabulous and wild kingdoms.
It was not easy to leave that Paradise and even harder to realize that we were leaving Zambia too. At the Malawian border crossing we understood straight away that the change would be palpable from the first meter.
But this is another story…(pictures below)
Italiano
Sapevamo poco o nulla del paese quando ci siamo entrati e senza aspettarcelo, con grande gioia, ne siamo usciti con la certezza che un giorno ci torneremo. Lo Zambia ci ha dato il benvenuto nella vera Africa e siamo stati sorpresi dalla sua gente estremamente simpatica e di buon umore. É come se d´un tratto fossimo entrati nel paese della felicitá.
Per la prima volta da quando siamo in Africa abbiamo cominciato a vedere un uso massivo della bicicletta sia come mezzo di trasporto di persone che di merci. E un paese che si muove al ritmo della bicicletta non puó essere un paese triste. Abbiamo notato un cambio nel paesaggio, piú verde e produttivo, e ció si rifletteva anche nei mercati e nell´abbondanza di frutta e ortaggi. Sembrava che ogni famiglia coltivasse un piccolo orto per il proprio consumo e per la vendita delle eccedenze in negozietti improvvisati lungo la strada. Ci ha colpiti l´enorme quantitá di sacchi di carbone illegalmente prodotti e trasportati in ogni angolo delle paese sotto gli occhi di tutti. Il nostro momento preferito della giornata erano le mattine, quando lentamente ma senza pausa cominciava il movimento di persone e merci. Le automobili sono un bene di lusso fuori dalla portata della maggioranza degli abitanti delle zone rurali. Di conseguenza, vengono sostituite dalle biciclette e dai carri trainati da buoi. E chi non ha una bicicletta, cioé la maggioranza delle persone, cammina. Giá all´alba le donne si recavano ai pozzi d´acqua per caricare pesanti bidoni che avrebbero trasportato a casa varie volte al giorno. Mentre in Botswana molte volte si vedevano bambini trasportare l´acqua in groppa a degli asini, in Zambia l´acqua, come tutto il resto, veniva trasportata sulla testa delle donne con un´abilitá simile a quella di un´equilibrista piú che a quella di una portatrice. La vita girava intorno al mais, dal quale ricavano la loro famosa “nshima”, una massa uguale alla polenta, ma senza sale. Una tavola senza “nshima” é inconcepibile in Zambia. Le scuole, sia elementari che medie, non mancavano e sembrava che funzionassero bene perché il livello di inglese delle persone era abbastanza alto.
Era senza dubbio un paese pacifico che predicava la tolleranza religiosa non solo nelle parole, ma anche nei fatti. É stato significativo ascoltare come Mikalo, un cristiano, aveva ceduto un pezzetto di terreno a dei musulmani in modo che potessero costruire una piccola moschea, una fermata strategica per pregare se durante i loro spostamenti piú lunghi non fossero arrivati a destinazione in tempo per l´ora della preghiera. Mikalo, inoltre, era anche il custode della moschea. Avevamo perso il conto delle differenti chiese (o sette) che si “prendevano cura” delle anime zambiane e dobbiamo dire che il loro enorme potere ci é sembrato preoccupante. L´influenza esercitata da predicatori esaltati e di dubbia integritá su persone cosí facilmente manipolabili era devastante. Temiamo che questo sia un problema fin troppo diffuso nel continente. Come del resto lo é quello del tasso di natalitá incontrollato, anche se dirlo púo sembrare politicamente scorretto. C´erano bambini dappertutto, e dappertutto si vedevano ragazzine portare sulla schiena i propri neonati o bambine di otto anni portare i loro fratellini allo stesso modo. La curiositá dei bimbi era infinita. Per la prima volta (forse é per tutte queste sensazioni che solo in Zambia ci é sembrato di entrare veramente in Africa) i bambini impazzivano letteralmente al vederci passare, gridando e rincorrendoci senza sosta urlando la immancabile parola “azungu!!!”, solamente per ricevere in cambio un saluto.
La nostra entrata in Zambia é stata delle migliori, godendoci la pace di Livingstone dal bellissimo Jollyboys Backpackers e visitando le cascate Vittoria, il piú grande tesoro della zona, uno spettacolo della natura che aveva affascinato esploratori d´altre epoche. Abbiamo attraversato enormi piantagioni di canne da zucchero ed a Lusaka, grazie a Karin, ci siamo goduti il lusso di una campana di vetro europea, dove gli occidentali che credono di vivere in Africa si isolano dal mondo reale in bellissimi centri urbani con tutte le comoditá portate dall´Europa.
La seconda parte del paese é stata piú montagnosa ed abbiamo dovuto risvegliare le nostre gambe dal letargo, abituate com´erano alla pianura della savana africana delle settimane precedenti. Lungo il cammino ci siamo goduti un paesaggio verde e rigoglioso e l´ombra di alberi millenari. Siamo anche stati terrorizzati dai conducenti suicidi di autobus che sono costretti a pilotare invece che guidare. Arrivati a Chipata, dove le bici-taxi dominavano le strade della cittá, abbiamo assistito con gran curiositá alle lezioni di gastronomia locale dateci da Thelma, moglie di Francis, che sognava col diventare il futuro presidente dello Zambia. Abbiamo parlato con cercatori d´oro che, mentre affogavano i loro problemi nell´alcol, ci hanno raccontato storie di magia nera e di poligami. E da lí abbiamo visitato il nostro posto preferito, il South Luangwa National Park, un´oasi per animali di tutti i tipi che cercano di sopravvivere alla minaccia reale dei cacciatori di frodo. Lí abbiamo vissuto momenti irripetibili marcati a fuoco nella nostra memoria. Sarebbe ingiusto dimenticarci del Wildlife Camp o del Croc Valley Camp, che ci hanno trattati con tanto affetto nei loro meravigliosi e selvaggi regni.
Non é stato facile andarcene da quel paradiso e ancor meno renderci conto che il nostro tempo in Zambia stava finendo. Alla frontiera col Malawi abbiamo subito capito che il cambio sarebbe stato notevole dal primo metro.
Peró questa é un´altra storia...
Sabíamos poco o nada del país cuando entramos y sin esperarlo, con gran alegría, salimos de él con la convicción de que un día volveríamos. Zambia nos dio la bienvenida definitiva al África real y nos vimos sorprendidos por unas gentes que derrochaban simpatía y buen rollo. Fue como si de repente entráramos en el país de la felicidad.
Por primera vez en lo que llevamos de África la gente usaba masivamente la bicicleta tanto como medio de transporte como para llevar de un lugar a otro todo tipo de mercancías. Y un país que se mueve al son de la bicicleta no puede ser un país amargado. Notamos un cambio en el paisaje, más verde y productivo, que se hacía notar en los mercados y en la abundancia de comida cultivada. Parecería que cada familia tuviera su pequeño huerto con el que se alimentaba y vendiera sus excedentes en improvisados puestos junto a la carretera. Nos llamaba la atención las cantidades interminables de sacos de carbón que de forma ilegal, pero a la vista de todos, se producen y transportan a todos los rincones del país. Las mañanas eran el mejor momento del día, que es cuando empezaba el movimiento, sin prisa pero sin pausa, de personas y bienes. Los coches eran un bien preciado vetado a la mayoría de la Zambia rural. A falta de ellos las bicis se convertían en sus sustitutos naturales así como los carros tirados por bueyes. Y los que no tenían bicicleta caminaban, que eran la mayoría. Las mujeres acudían al alba a los pozos de agua para cargar pesados bidones que llevarían a sus casas varias veces al día. Así como en Botswana se veían muchos niños llevando bidones de agua en burros, en Zambia el agua era llevada, como todo, sobre las cabezas de las mujeres, con una habilidad más propia de equilibristas de circo que de porteadoras. La vida, sin embargo, giraba en torno al maíz, del cual obtienen su famosa “nshima”, una masa idéntica a la polenta pero sin sal. No se concibe una mesa zambiana sin “nshima”. Las escuelas no faltaban, tanto de educación primaria como de secundaria y parecía que hacían bien las cosas porque el nivel de inglés de la gente era bastante alto.
Era sin duda un país pacífico y con una tolerancia religiosa que predicaba con el ejemplo. Fue revelador ver como Mikalo, un cristiano, cedió un pedacito de su terreno para que los musulmanes construyeran una pequeña mezquita que les sirviera como una parada estratégica para rezar si en su largo camino no llegaban a tiempo a destino para la hora del rezo. Mikalo también era, además, su guardián. Perdimos la cuenta del número de diferentes iglesias (o sectas) que “cuidaban” las almas zambianas y hemos de decir que su poder nos pareció preocupantemente alto. La influencia que predicadores exaltados y de dudosa entereza moral ejercían sobre personas tan fácilmente manipulables era devastadora. Este es un problema que nos tememos demasiado extendido en el continente. Otro, a pesar de que pueda ser políticamente incorrecto decirlo, es el descontrolado índice de natalidad. Había niños por todas partes. Costaba no ver niñas adolescentes que no llevaran en sus espaldas a bebés suyos o a niñas de ocho años llevando a sus hermanitos de igual manera. Y la curiosidad de los críos era infinita. Por primera vez (quizás por todas estas sensaciones es por lo que tenemos esa sensación de que era ahora cuando entrábamos realmente en África) los niños enloquecían a nuestro paso, gritando y persiguiéndonos sin descanso al omnipresente grito de “azungu!!!!”, todo, por un saludo correspondido.
Nuestra entrada en Zambia fue a lo grande, disfrutando desde el extraordinario Jollyboys Backpackers de la paz de Livingstone y de su mayor tesoro, las cataratas Victoria, un espectáculo de la naturaleza al que no fueron indiferentes exploradores de otra época. Atravesamos grandes plantaciones de caña de azúcar y en Lusaka vivimos y gozamos, gracias a Karin, el lujo de una burbuja europea, donde occidentales que creen vivir en África se aíslan del mundo real en bonitas urbanizaciones con todas las comodidades traídas de Europa. La segunda parte del país fue más montañosa y hubo que despertar a unas aletargadas piernas acostumbradas fácilmente a la sabana africana de semanas anteriores. En el camino disfrutamos del paisaje verde y frondoso y sufrimos de amores imposibles surgidos a la sombra de árboles milenarios. También asistimos al terror que infunden autobuseros suicidas obligados a pilotar en lugar de conducir. Al llegar a Chipata comprobamos que allí las bici-taxis dominaban las calles de la ciudad y asistimos curiosos a las lecciones de gastronomía local que nos dio Thelma, esposa de Francis, quién soñaba un día con ser el futuro presidente del país. Hablamos con buscadores de oro que nos contaban historias de magia negra y polígamos sin causa mientras ahogaban sus penas en alcohol. Y desde allí visitamos el que consideramos nuestro lugar favorito, el South Luangwa National Park, un oasis para animales de todo tipo que tratan de sobrevivir a la amenaza real de los cazadores furtivos. Allí vivimos momentos irrepetibles que serían tatuados con fuego en lo más preciado de nuestros recuerdos. Sería injusto olvidarnos del Wildlife Camp o del Croc Valley Camp, quienes nos tratarían con tanto cariño en sus fabulosos y salvajes reinos.
No fue fácil salir de aquel paraíso y menos ser conscientes que Zambia se nos acababa. En el puesto fronterizo de Malawi enseguida comprendimos que el cambio iba a ser palpable desde el primer metro.
Pero esa, será otra historia…(fotos debajo)
English
We knew little or nothing about the country when we entered it and, with great happiness and without expecting it, we left it with the certainty that we will be back one day. Zambia welcomed us to the real Africa and we were surprised by their friendliness and good vibes. of its people. It was like entering the country of happiness. For the first time since we were in Africa, we saw a huge use of bicycles as a transport mode for both people and goods. And a country that moves at the rhythm of a bicycle cannot be a sad country. We noticed the landscape changing, getting greener and more productive, and this was also reflected in the markets and the abundance of fruit and veggies.
It seemed that every family had its little orchard to feed themselves and to sell the surplus in little stalls on the street. We were surprised by the huge amount of charcoal bags that were produced and transported to every corner of the country illegally, but openly. Mornings were the best time of the day, when the slow but steady movement of people and goods began. Cars were a luxury good impossible to get for the majority of people living in rural areas. Without cars, bicycles and oxcarts became their natural alternative. And the ones who did not have bicycles, the majority actually, were walking. At sunrise women went to the bore holes to fill up heavy buckets that they would carry home many times a day. While in Botswana we saw many kids carrying buckets with donkeys, in Zambia water was carried, like everything, on the women´s heads, with the ability of an acrobat rather than a porter. Life was based on corn, from which they obtained their famous “nshima”, a sort of polenta without salt. There is no Zambian table without “nshima”. There was no lack of schools, primary as well as secondary ones, and apparently they were doing their job well because the English skills of people were pretty high.
It was without any doubt a peaceful country with a religious tolerance not only in words but also in facts. It was revealing to find out that Mikalo, a Christian, had given a little piece of land to Muslims so they could build a tiny mosque that would be a stopover for praying during particularly long journeys. Mikalo was also the caretaker of the place. We lost count of all the different churches (or sects) that were “taking care” of the Zambian souls and we have to say that their power seemed worryingly strong to us. The influence that fanatic preachers of doubtful integrity had on easily manipulated people was devastating. We fear that this problem is very common in the continent. Another one, even if it might not be politically correct to say this, is the uncontrolled birth rate. There were children everywhere. It was hard not to see teenagers carrying on their back their own toddlers or 8 years old girls carrying their brothers or sisters in the same way. And the children´s curiosity was infinite. For the first time (maybe because of all these emotions now we really felt we were in Africa) kids went crazy when they saw us coming, screaming and following us restlessly with the omnipresent scream of “azungu!!!” They would invest all their energy just to have a greeting back.
Our entry in Zambia was on a large scale, enjoying the extraordinary Jollyboys Backpackers, the tranquillity of Livingstone and its biggest treasure, The Victoria Falls, a nature´s wonder that hugely impressed explorers of other times. We crossed immense sugar cane plantations and in Lusaka, thanks to Karin, we enjoyed the luxury of an European bubble, where westerners who think they are living in Africa isolate themselves from the real world in nice neighbourhoods with all the European comforts. The second part of the country was more mountainous and we had to wake up our sleeping legs that so easily had got used to the flat African savannah of the previous weeks. We enjoyed the green and lush landscape and the shade of millenary trees. We also witnessed the terror created by suicidal bus drivers who are forced to race instead of driving. Arriving in Chipata we saw that bicycle-taxis were dominating the city´s streets and we assisted with curiosity to the culinary lessons given to us by Thelma, wife of Francis, who was hoping to become the new Zambian president one day. We talked with gold diggers who told us stories of black magic and causeless polygamists while they were drowning their sorrows in alcohol. And from there we visited our favourite place, the South Luangwa National Park, an oasis for animals of every kind who try to survive the real danger of poachers. There we lived unrepeatable moments that would be branded forever in our most precious memories. It would be unfair to forget about the Wildlife Camp or the Croc Valley Camp, who treated us with lots of affection in their fabulous and wild kingdoms.
It was not easy to leave that Paradise and even harder to realize that we were leaving Zambia too. At the Malawian border crossing we understood straight away that the change would be palpable from the first meter.
But this is another story…(pictures below)
Italiano
Sapevamo poco o nulla del paese quando ci siamo entrati e senza aspettarcelo, con grande gioia, ne siamo usciti con la certezza che un giorno ci torneremo. Lo Zambia ci ha dato il benvenuto nella vera Africa e siamo stati sorpresi dalla sua gente estremamente simpatica e di buon umore. É come se d´un tratto fossimo entrati nel paese della felicitá.
Per la prima volta da quando siamo in Africa abbiamo cominciato a vedere un uso massivo della bicicletta sia come mezzo di trasporto di persone che di merci. E un paese che si muove al ritmo della bicicletta non puó essere un paese triste. Abbiamo notato un cambio nel paesaggio, piú verde e produttivo, e ció si rifletteva anche nei mercati e nell´abbondanza di frutta e ortaggi. Sembrava che ogni famiglia coltivasse un piccolo orto per il proprio consumo e per la vendita delle eccedenze in negozietti improvvisati lungo la strada. Ci ha colpiti l´enorme quantitá di sacchi di carbone illegalmente prodotti e trasportati in ogni angolo delle paese sotto gli occhi di tutti. Il nostro momento preferito della giornata erano le mattine, quando lentamente ma senza pausa cominciava il movimento di persone e merci. Le automobili sono un bene di lusso fuori dalla portata della maggioranza degli abitanti delle zone rurali. Di conseguenza, vengono sostituite dalle biciclette e dai carri trainati da buoi. E chi non ha una bicicletta, cioé la maggioranza delle persone, cammina. Giá all´alba le donne si recavano ai pozzi d´acqua per caricare pesanti bidoni che avrebbero trasportato a casa varie volte al giorno. Mentre in Botswana molte volte si vedevano bambini trasportare l´acqua in groppa a degli asini, in Zambia l´acqua, come tutto il resto, veniva trasportata sulla testa delle donne con un´abilitá simile a quella di un´equilibrista piú che a quella di una portatrice. La vita girava intorno al mais, dal quale ricavano la loro famosa “nshima”, una massa uguale alla polenta, ma senza sale. Una tavola senza “nshima” é inconcepibile in Zambia. Le scuole, sia elementari che medie, non mancavano e sembrava che funzionassero bene perché il livello di inglese delle persone era abbastanza alto.
Era senza dubbio un paese pacifico che predicava la tolleranza religiosa non solo nelle parole, ma anche nei fatti. É stato significativo ascoltare come Mikalo, un cristiano, aveva ceduto un pezzetto di terreno a dei musulmani in modo che potessero costruire una piccola moschea, una fermata strategica per pregare se durante i loro spostamenti piú lunghi non fossero arrivati a destinazione in tempo per l´ora della preghiera. Mikalo, inoltre, era anche il custode della moschea. Avevamo perso il conto delle differenti chiese (o sette) che si “prendevano cura” delle anime zambiane e dobbiamo dire che il loro enorme potere ci é sembrato preoccupante. L´influenza esercitata da predicatori esaltati e di dubbia integritá su persone cosí facilmente manipolabili era devastante. Temiamo che questo sia un problema fin troppo diffuso nel continente. Come del resto lo é quello del tasso di natalitá incontrollato, anche se dirlo púo sembrare politicamente scorretto. C´erano bambini dappertutto, e dappertutto si vedevano ragazzine portare sulla schiena i propri neonati o bambine di otto anni portare i loro fratellini allo stesso modo. La curiositá dei bimbi era infinita. Per la prima volta (forse é per tutte queste sensazioni che solo in Zambia ci é sembrato di entrare veramente in Africa) i bambini impazzivano letteralmente al vederci passare, gridando e rincorrendoci senza sosta urlando la immancabile parola “azungu!!!”, solamente per ricevere in cambio un saluto.
La nostra entrata in Zambia é stata delle migliori, godendoci la pace di Livingstone dal bellissimo Jollyboys Backpackers e visitando le cascate Vittoria, il piú grande tesoro della zona, uno spettacolo della natura che aveva affascinato esploratori d´altre epoche. Abbiamo attraversato enormi piantagioni di canne da zucchero ed a Lusaka, grazie a Karin, ci siamo goduti il lusso di una campana di vetro europea, dove gli occidentali che credono di vivere in Africa si isolano dal mondo reale in bellissimi centri urbani con tutte le comoditá portate dall´Europa.
La seconda parte del paese é stata piú montagnosa ed abbiamo dovuto risvegliare le nostre gambe dal letargo, abituate com´erano alla pianura della savana africana delle settimane precedenti. Lungo il cammino ci siamo goduti un paesaggio verde e rigoglioso e l´ombra di alberi millenari. Siamo anche stati terrorizzati dai conducenti suicidi di autobus che sono costretti a pilotare invece che guidare. Arrivati a Chipata, dove le bici-taxi dominavano le strade della cittá, abbiamo assistito con gran curiositá alle lezioni di gastronomia locale dateci da Thelma, moglie di Francis, che sognava col diventare il futuro presidente dello Zambia. Abbiamo parlato con cercatori d´oro che, mentre affogavano i loro problemi nell´alcol, ci hanno raccontato storie di magia nera e di poligami. E da lí abbiamo visitato il nostro posto preferito, il South Luangwa National Park, un´oasi per animali di tutti i tipi che cercano di sopravvivere alla minaccia reale dei cacciatori di frodo. Lí abbiamo vissuto momenti irripetibili marcati a fuoco nella nostra memoria. Sarebbe ingiusto dimenticarci del Wildlife Camp o del Croc Valley Camp, che ci hanno trattati con tanto affetto nei loro meravigliosi e selvaggi regni.
Non é stato facile andarcene da quel paradiso e ancor meno renderci conto che il nostro tempo in Zambia stava finendo. Alla frontiera col Malawi abbiamo subito capito che il cambio sarebbe stato notevole dal primo metro.
Peró questa é un´altra storia...
Niñas aprendiendo la dura tarea de llevar agua a casa… Little girls learning the tough task of bringing water home… Bambine imparando il duro compito di portare acqua a casa… |
Para la eternidad. Gracias chicos. Thank you kids. Grazie bambini. |
La belleza superlativa ante ti. The superlative beauty in front of you. La bellezza superlativa davanti ai tuoi occhi. |
Maaaaaaaaaaaaaaaaaaami! |
La hora mágica. The magic hour. L´ora magica. |
Bye Bye Luangwa…Volveremos! Bye Bye Luangwa…We will be back! Bye Bye Luangwa…Torneremo! |
Bye Bye Zambia!!!!!!! Volveremos! Bye Bye Zambia!!!!!!! We will be back! Bye Bye Zambia!!!!!!! Torneremo! |
Excelentes fotos, increible el relato. Me hizo lagrimear imaginarme la cara de los niños al verse en la cámara, es algo único.... La felicidad que expresan con tan pocas pertenencias que tienen, es digno de admirar....
ResponderEliminarA seguir x buenas rutas amigos!!!!!
Gracias Lucas, si, la verdad es que si...un abrazo!
EliminarEderra kronika eta argazkiak. Gozada bat zuekin bidaia jarraitzea. Afrika, hain gertu, hain urrun, laster arte eta segi egun eta pedalada bakoitzaz gozatzen, handiak zarete!
ResponderEliminarZuek gehiago! :-)
EliminarHello! Such wonderful photos! Les and I are hoping that you are having safe travels in Africa. We have had terrible fires here in British Columbia. None that got to Prince George so far, but no doubt you would not recognize some of the places that you cycled through. Take care. Barb and Les Barna
ResponderEliminarIt is so nice to hear from you! But we are sad about the fires...hopefully the earth will recover soon!!!!! big hugs!!!!
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